miércoles, 9 de abril de 2008

Vida en Destiempo

Imágenes, paisajes, colores no urbanos y aromas diferentes. Recuerdos de historias de casi una década atrás. Fueron mis segundos trabajos voluntarios, donde mi simpleza era sanada por la experiencia adquirida no completamente acabada.

Gritos de espanto por lo desconocido eran cambiados de un momento a otro por risas del muchacho bromista de lenguaje vulgar que siempre producía simpatía, hasta el momento en que uno era el blanco de sus mofas. Estaba el joven que trataba de ocultar su soledad con soberbia, la mujer con complejo de madre y el hombre maduro inexperto confundiendo ese instinto con el amor más desgarrador, el que a la vez trataba de educarnos. Ahí estaban los líderes vanos, que buscaban diversión a costa de la ingenuidad de sus borregos, las colillas de cigarros y los vasos con olor a alcohol que contaban decenas de historias con sólo notar su presencia. Los desamores de muchos, los amores de los favorecidos, y todos aquellos que creen que el trabajo todo lo vence; la calidez de nuestros hospedadores, la joven con problemas psiquiátricos que mata el hambre de los deseos de quienes trabajan por meses en la cordillera, las jóvenes vestidas con hermosos atuendos humildes para las fiestas del pueblo, también eran posibles de encontrar.
Y más allá, como decía Darío, estaba yo, en la persecución de una forma.
Si bien, no era la primera vez que me decidía a escribir y mostrar mis palabras a otros, algo no excepcional en mí, era el inicio de una travesía que duraría años.
Llevé al papel muchas cosas en esos trabajos voluntarios, y cuando hablo de esos no me refiero sólo al mencionado en un principio, sino a lo que viví en Cochamó, lugar que llenó de disparejas experiencias mi vida. Aun así, dicho año fue especial. Unos ojos y una sonrisa me llevaron a palpar mis sentidos sin el tacto, sensaciones que resumieron mi vida en tan sólo unos días.
La búsqueda exhaustiva había finalizado.
Pero, a pesar de que esos ojos fueron el catalizador, nunca llegaron a ser el combustible que mantuvo prendida la llama hasta hoy, pues nada se consumó. Sólo me permitió tomar un lápiz de forma sincera y dejar que mi muñeca escribiera libremente, sin aprehensiones, sin tapujos. Comencé con versos de amor que quedaron en el olvido; pero al cabo de unos días, que parecían eternos y a la vez fugaces, me vinieron a la memoria conceptos claros que no sabía cómo expresar de otra forma que no fuera en una sala de clases, en el patio de mi Universidad, en la casa de un amigo; mas al ver una realidad tan ajena a lo que conocía, me incitaron a escribir cruzando el borde de la exageración.
Siempre fue de mi interés formular mi crítica hacia lo que me rodea, hacia lo otro y los otros. A la vez, siempre quise construir y no quedarme sólo en la destrucción cómoda, pero es difícil llegar a la síntesis sin un buen diagnóstico, y qué mejor inicio que con un recurso literario prohibido, que si bien no tenía relación con lo que sentía, serviría para acentuar el análisis que anhelaba escribir.
La idea que desarrollaría años más tarde, tendría su génesis en estos versos, si se les puede llamar así, hermosamente horribles, no representativos de mi estado de ánimo, pero sí de mi deseo por mostrar lo que veía en mi exterior. Esto marcaría el comienzo de lo que llamé “Manual del Suicida”.
Y qué mejor inauguración para este blog que presentar los primeros versos de esas ideas, nacidos en Cochamó; las primeras palabras de lo que identificaría mi forma de escribir por años.



Vida En Destiempo

No hay deseos que el alma pueda consolar,
ni cambios sin la destrucciónde pétalos sin mancha.
El placer de vivir es falsedad,
la mentira que corroe
dentro de las estatuas vírgenes.
¿Puedes ver cómo las luces del infierno
llaman a nuestros cuerpos a seguir siendo monumentos?
¿Olvidas acaso que las aves ciegas y puras
son arrastradas por un mar que nunca volverá?
No hay esperanza para los perros sordos
que viven con anhelos de fuego y canción.
Los errores que exhalamos queman,
incendian nuestros pechos alados sin aroma.
Las miradas que nos acompañan
enceguecen a las golondrinas sin tiempo.
¡Sueños nauseabundos,
llenos de deseos por un fin,
quizás hagan correr tormenta en tus ojos!
¡No quiero más de ti, señora sin esperanza,
ni tus sabores y fragancias sin color!
¡Aléjate, Vida, de mis armas que caen
con mis manos
abruptamente hacia el deseo de morir!
Como mañana será el porvenir
que hará caminar al tiempo sin vida
¡Véme morir en este ahora sin reloj!